Lema

cinco horas con Mario

Velatorio

Arquitectos
Jose Ignacio Heredero Ortiz de la Tabla, Alfonso de la Azuela Buendia
Colaboradores
Andrés García Pinto, arquitecto técnico
Fotógrafo
Alfonso de la Azuela / Ignacio Heredero
Situación
Zorita de la Frontera, Salmanca
Fin de Obra
29/07/2014
Fabricante de Ladrillo
Rústicos La Mancha

Con un programa mínimo, un presupuesto ajustado y en un pequeño pueblo, se nos encarga un edificio para velar a los difuntos. El entorno inmediato, en el borde del núcleo urbano, no presenta referencias de interés. Únicamente las vistas lejanas muestran una inmensa planicie de tierras cultivadas que se pierden en el horizonte.

El velatorio se concibe como un objeto ensimismado que proporciona la intimidad precisa. Tras el recinto previo, se alcanza un pequeño espacio cubierto con una abertura rasgada que enmarca el paisaje lejano, como última referencia al espacio exterior. En el interior, atravesando un deambulatorio previo, se accede a la sala de dolientes que se organiza en dos ámbitos: una estancia para visitas y un espacio más recogido para velar al difunto. En esta sala las referencias al exterior son puntuales, se abren huecos a espacios inusuales; a un patio interior que, de forma alegórica, atrapa la vida con una fuente, vegetación, luz…

Otro hueco, pequeño, se abre al firmamento que iluminará la sala casi cenitalmente con la primera luz del día. El difunto y los dolientes hacen recorridos inversos en una cierta espiral ascendente, cuyo punto más alto es este pequeño hueco abierto al Este.

El entorno, la tradición local y el uso para el que está concebido el edificio determinan no sólo la concepción espacial, sino también que el edificio se despoje de lo innecesario, hasta de los revestimientos, y por ello los acabados son la propia estructura de ladrillo visto al exterior y al interior, losas de hormigón armado en techos y madera en su color natural en la carpintería interior. El paso del tiempo y la vegetación podrán hacer el resto.

EL edificio, simbólicamente, remite a un ciclo particular en el que está implícito el medio y el fondo: tierra, ladrillo, tiempo y hombre que se activan como una visión poética de la perdurabilidad que trata de hacer visible la realidad patente y latente.

“Nada se pierde, nada pasa del todo, pues que todo se perpetúa de una manera o de otra, y todo, luego de pasar por el tiempo, vuelve a la eternidad”. Miguel de Unamuno.